Cecilia Chung

El activismo no adopta únicamente la forma de protesta. Es ese vídeo de baja fidelidad que te hace sentir algo menos solo/a en el mundo. Es servir a tu comunidad a través del trabajo social. Es compartir tu historia. Es también cada día cuando decides vestirte para expresar tu auténtico yo en un mundo que exige conformidad. En esta temporada del Orgullo rendimos tributo a los activistas del pasado, presente y futuro, que luchan por la liberación queer y la igualdad de derechos. Y a la cabeza, la legendaria Cecilia Chung.

Mujer transgénero, hija, “madre” de muchos en la comunidad. Inmigrante de Hong Kong, seropositiva, expresidenta de la Comisión de Derechos Humanos, comisaria de sanidad del Departamento de Salud Pública de San Francisco y directora principal de Iniciativas Estratégicas y Evaluación en el Centro Jurídico sobre Transgeneridad. A lo largo de los años, Cecilia ha ejercido distintas funciones pero nunca ha bajado la guardia en la lucha a favor de los derechos LGBTQ+, la importancia de crear conciencia sobre el VIH/SIDA, y la defensa de la salud y la justicia social.

Cuando hice la transición, experimenté lo que es no tener hogar y la violencia. Deseo que lo que me ocurrió a mí, no le ocurra a nadie más. Eso es lo que me lleva a hacer todo el trabajo que hago, incluido organizar la Marcha trans y unirme al Consejo Asesor Presidencial sobre el VIH y el SIDA. Quiero crear un espacio para que las personas como yo puedan tener voz. En los últimos 10 años, incluso 20, mi propósito ha sido ocupar un espacio, mantenerlo hasta que alguien más pueda llenarlo, y continuar hacia otro espacio.

Nunca consideré lo que hacía como una forma de activismo. Pensé que más bien estaba contando mi historia. No pensé que sería a lo que me iba a dedicar. Pensé que mi llamada era ofrecer servicios directos a través de asesoramiento sobre el abuso de drogas, el VIH y la gestión de casos. Mi trabajo con personas sin hogar, con problemas de abuso de drogas, problemas de salud o de salud mental me hicieron darme cuenta de lo limitados que son los recursos con los que contamos. Una vez tuve un cliente que sufría temblores por el síndrome de abstinencia de alcohol. El personal de urgencias que vino le dijo en voz baja a mi cliente: “Esto es lo que le pasa por ser alcohólico”. Me enfurecí. Su trabajo es salvar vidas, no juzgar a los demás, ni decidir si vale la pena salvarles la vida. En ese momento fue cuando me di cuenta de que tenía que hacer más que ofrecer servicios. Para cambiar el sistema, tienes que detenerlo. Así fue cómo comencé a ser más visible y a participar más, y eventualmente a dedicarme a la defensa de esta causa.

Una de ellas es Tamara Ching, una mujer transgénero de origen hawaiano y chino que vive en San Francisco desde hace muchos años. En realidad la conocí antes de hacer la transición. Fue la primera mujer transgénero china que había visto. Establecimos una relación muy estrecha, y ahora la llamo “madre”. La otra es Camille Moran, una mujer transgénero mayor que tuvo que someterse a la terapia de conversión y sufrió muchos abusos en el sistema de salud mental, y es además una gran luchadora por los derechos de la juventud LGBTQ+, especialmente de los supervivientes psiquiátricos. Siento mucho respeto hacia estas dos personas mayores. Están haciendo este trabajo porque creen que todos merecemos un mundo mejor.

El antepasado más cercano en el que puedo pensar es la deidad china e india Quan Yin. De acuerdo con las historias que escuché en mi niñez, Quan Yin nació como mujer y se reencarnó varias veces hasta convertirse en su verdadero yo como diosa. De niña, pensaba que quizá eso también me podía ocurrir a mí. Esa historia me marcó todos esos años y de alguna manera me parece muy adecuada. Ella es la observadora del llanto en el mundo, la diosa de la compasión, y creo que mi misión es vivir con compasión.

Estamos ganando impulso. Muchas personas están de nuestra parte ahora, pero aún vemos mucho rechazo. Por ejemplo, hay más legisladores conservadores intentando aprobar nuevas leyes para oprimir a la gente, desde los derechos al aborto, al acceso a la salud transgénero, y a la participación de atletas transgénero en los deportes. Nos va a llevar algún tiempo llegar al punto de inflexión, cuando cambie todo el país, pero tengo mucha esperanza, porque las generaciones que vienen tienen un punto de vista distinto sobre el género/sexo y la expresión de género. Hoy en día, las personas y especialmente los niños son más creativos y fluidos sobre cómo se identifican y son capaces de ser ellos mismos. No se trata de ser transgénero. Se trata de que las personas superen las barreras para que se puedan desarrollar plenamente como son, sin juicios, ni violencia.

Muchos de mis mayores sueños ya se han hecho realidad. Ver a mujeres transexuales de color, especialmente negras, pasar a un primer plano y verlas en la industria del cine y en el mundo literario es una pasada. Hace 30 años, yo no soñaba que pudiéramos tener una comunidad no binaria de éxito y mostrando su valía. Yo creo que mi mayor sueño sería ver a una mujer transexual de color como presidenta del país.

El sistema de bienestar fue sin duda establecido con la mejor de las intenciones, pero el estigma asociado al mismo hace que solicitar ayuda sea muchas veces el último recurso. Tenemos que encontrar formas para cambiar ese sistema de creencias. Aún vemos la mayor precariedad sanitaria en las comunidades negras, latinas e inmigrantes a raíz de leyes que desalientan a las personas a buscar la ayuda que necesitan y merecen. Todos tenemos dificultades. La COVID-19 nos ha enseñado que no es fácil conseguir trabajo y los sistemas de bienestar y de seguridad social no deberían ser estigmatizados. Creo que la pandemia en realidad nos ha dado la oportunidad de construir y de promover la empatía entre las distintas comunidades.

Mi trabajo cambia, pero la finalidad no ha cambiado realmente. La finalidad es aumentar la visibilidad de las comunidades transexuales y no binarias, especialmente en lo referente a los datos. Las personas transexuales no se contabilizan en el censo. Se quedan fuera de muchas de las estadísticas sanitarias básicas de este país por lo que no sabemos lo amplia que es la población. El censo se utiliza para delimitar las fronteras del distrito. También se aprovecha cuando se redistribuyen los recursos a las comunidades más necesitadas. Las necesidades de las comunidades transexuales nunca se han tenido en cuenta.

Me siento realmente una privilegiada de trabajar en organizaciones en defensa de las diferencias y que lideran con el ejemplo. En nuestro trabajo en el Centro Jurídico sobre Transgeneridad, luchamos por aplicar estrategias que permitan a nuestra comunidad sobrevivir y luchar. Mucho tiene que ver con cómo organizamos a las personas. Una de las cosas que hemos defendido es que todos podamos ser recompensados por nuestros traumas. Durante mucho tiempo la gente pensó que solo se debía agradecer la invitación a participar en una mesa redonda. Pero la verdad es que cada vez que alguien cuenta su historia, vuelve a vivir su trauma. Por eso cuando pedimos a las personas que repitan sus recuerdos mentales y emocionales, deberíamos compensarlas. La idea de que solo quienes tienen un título superior deben ser compensados económicamente por el tiempo que dedican, es algo que no comparto.

Me siento particularmente orgullosa de formar parte del proceso por el que San Francisco se ha convertido en la primera ciudad en ofrecer un seguro médico y servicios sanitarios relacionados con la transición a sus empleados. Cuando estaba en la Comisión de Derechos Humanos, tuve la oportunidad de participar en las conversaciones para ampliar los servicios relacionados con la transición, incluidos los de cirugía, a las personas sin seguro de la ciudad. Esa fue una de las primeras resoluciones que defendí en la Comisión de Salud de San Francisco. Hoy en día proporcionamos una gran variedad de servicios de género como mejorar la calidad de vida de las personas transexuales y ayudarlas a sentirse más seguras cuando se encuentran en el mundo exterior. Aún tenemos mucho por hacer antes de que el mundo entero acepte a las personas transgénero y nuestra cultura.

Otros hitos incluyen organizar la Marcha Trans: hoy en día un evento a escala mundial, y preparar un informe sobre la salud económica de las personas transgénero en San Francisco. Esto nos llevó a diseñar un programa de desarrollo de la fuerza laboral, especialmente centrado en las personas transexuales y no binarias, que se sigue llevando a cabo. Además, me siento orgullosa de promover el liderazgo de un mayor número de personas transexuales negras y de piel oscura.

Creo en el efecto expansivo, que si solo una persona defiende el cambio, el cambio ocurrirá en un espacio limitado. Y si más personas comienzan a luchar por el cambio, las transformaciones se notarán en muchos más lugares.

Lo que realmente me motiva a seguir con este trabajo es escuchar los relatos de éxito y ver a las mujeres transexuales que amadrino convertirse en líderes por derecho propio. Una de mis hijas es profesional de enfermería, otra es psicoterapeuta. Todas estas son cosas que no podría haber imaginado hace 30 años. Poder ver ese crecimiento en ellas me llena realmente y es inspirador. Es lo que me mantiene en la lucha.

No sé si puedo resumirlo en una historia inspiradora. Solo quiero compartir con otras personas cómo vivir en el mundo sintiéndote agradecida de que estamos vivas y seguir creando un mundo mejor para las generaciones venideras. Mi legado sería vivir con compasión, sintiendo empatía por los más marginalizados y verlos como mis compañeros, no como personas que necesitan que yo las salve.